ANÉCDOTA
Te observas en el espejo y suspiras. ¿Qué tienes para ofrecerle?, ¿qué puedes darle tú que nadie más en el mundo?, te preguntas y los dos, el reflejo y tú, guardan silencio. Es tu amiga desde la infancia, casi aprendieron a caminar juntos y desde entonces han sido inseparables… bueno… casi inseparables, ya que ella se desaparece ―y tú tienes la cortesía de no buscarla― cada vez que tiene novio. Conoces su vida con detalle, y sientes que eres el único que podría hacerla tan feliz como ella merece; pero la oportunidad de ocupar ese sitio se te niega desde siempre.
Ahí va ella, con el bueno de Indalecio ―su novio en turno―, te saluda desde lejos y te manda un beso; el tipo sólo te mira con desprecio ―es casi mandamiento que el novio odie al mejor amigo de su novia―. Los rumores dicen que están a punto de cortar… de nuevo… y estás decidido a aprovechar ese momento para confesar todo lo que has callado desde que la pubertad te hizo quererla en lugar de jalarle el cabello.
Antes de que te arrojes cual kamikaze a aquel campo minado ―temed a la «friend-zone» más que a la indiferencia―, te recomiendo que la invites al cine a ver está película; pues estoy seguro que te ayudará.
RESEÑA
Muy bien, no sé cómo empezar a comentar una película que, en teoría, aún no está en las salas de cine. Sin embargo, no es mi culpa que «Siempre el mismo día», (One day), basada en la novela homónima de David Nicholls, ronde ya por los mares de la red; ni que alguien a quien aprecio mucho me la haya recomendado ―según ella, porque la protagonista es una escritora ¬¬.
«Está bien debatir; pero cualquiera puede hablar. A veces se necesitan acciones para cambiar el mundo»
«Siempre el mismo día«, nos cuenta la historia de dos personas casi opuestas. Por un lado, tenemos a Emma Morley (Anne Hathaway), una muchacha introvertida, idealista y de origen humilde; y por el otro, a Dexter Meyhem (Jim Sturgess), un hijo de familia acomodada, fiestero y muy, muy relajado. Una situación simple los reúne, y terminan en el departamento de ella. Aunque de entrada parece que se trata de la típica telenovela mexicana, la trama da un giro sutil, pero contundente, y ellos comienzan… una relación de amistad; misma que veremos cómo se desarrolla, entrelaza, divide, reinicia, sacude, crece y se tambalea―como casi cualquier amistad―, a lo largo de 20 años. Mas, la historia se enfoca en lo que sucede con ellos justo durante los aniversarios de ese 15 de julio, el día que se conocieron.
A la siguiente escena, ha pasado un año y vemos que siguen siendo amigos ―de esos amigos que hablan y lo saben todo uno del otro―. La vida, sus sueños los llevan a diferentes senderos y muy pronto se dan cuenta de que nada es tan fácil como aparenta: ella termina trabajando en un restaurante de comida mexicana y él es un productor de televisión en entrenamiento. La aparente simpleza del argumento hace que la película te mantenga entretenido, así como el ver reflejadas ciertas actitudes y destellos en el modo en que se tratan el uno al otro; algo que todos tenemos para con alguien ―y que con frecuencia jugamos a negar.
«Me encantaría ir; pero, después del trabajo me gusta ir directo a casa, comer… llorar»
A lo largo de la película vemos, en los 15 de julio, cómo va evolucionando su relación, cómo se siguen buscando en sus momentos de alegría y de tristeza; pero, sobre todo, vemos cómo no pueden evitar decirse con la mirada cosas que no se atreven a expresar con palabras; además de que sus amigos y familiares se burlan y presionan con «para cuándo» o «¿por fin son pareja? ―¿está situación no te resulta conocida?. Incluso llega a un punto en que, con alcohol fungiendo de celestino, se confiesan que años atrás, durante la universidad, se gustaban mutuamente; sin embargo, la situación se viene abajo debido a la misma inseguridad de los dos, al hecho de que, a pesar de tener edades similares, sus vidas han sido muy diferentes y no buscan lo mismo en ese momento.
«―Todos están perdidos a los veinticinco años.
―Tú no; productor de TV en entrenamiento, nuevo departamento, reproductor de CD, sexo grupal martes y viernes…
―Sí, pero, tú sabes… estoy llorando por dentro»
Crecemos junto a los personajes en el sentido de que se nos explican los pensamientos ―y otros miedos― de cada uno. Los vemos atravesar etapas difíciles que los hacen madurar, cambiar, que provocan que sus sentimientos vacilen y sólo traten de encontrar a quién echarle la culpa y con quien «consolarse». Algo que, en palabras de una amiga ―sí, te voy a quemar― sólo puede explicarse como «el típico momento de estupidez que siempre viene luego de no ser correspondidos, en dónde te aferras a lo primero que se pone enfrente«. Yo le dije que eso era más bien despecho, ella insistió que se trata de estupidez post-amor… El punto es que ―volviendo a la película― da la sensación de que la idea de quedarse solos o de no estar seguro de lo que quieren los lleva a tomar decisiones que ponen su relación en peligro.
«Si pudiera darte un regalo, uno sólo y para el resto de tu vida, sería confianza en ti misma… Eso, o una vela aromática»
No voy a decir nada sobre el final, o sobre el mensaje que deja; porque entonces, además de haberla visto antes de lo debido y en donde no debí, haría «spoiler» y eso es demasiada carga para mi consciencia ―sí, ¡ahora tengo consciencia!.
En resumen: no diré que la película se convertirá en un éxito taquillero ni que es de lo mejor en el 2011 ―aunque sí está por encima de la media―. Pero, la historia vale la pena ―apenas estoy leyendo el libro― y cumple con su objetivo de mantenerte despierto y atento. De igual manera, y como en casi cualquier comedia romántica, está abarrotada de drama y de situaciones predecibles, que, sin embargo, al final no le restan calidad. La recomiendo, vayan a verla… al cine ―¡Di no a la piratería! Y así cumplí mi servicio mensual a la comunidad y ya no me siento culpable.
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