Archivo | Reseñas RSS feed for this section

¿Has escuchado «El ruido de las cosas al caer»?

6 Mar

ANÉCDOTA

“He llegado ese momento de mi vida en la que me siento más cerca de los cuarenta que de los quince años. Esa inevitable etapa de la existencia cuando evito mirar los aparadores, no porque nada me llame la atención, sino porque temo al reflejo que inevitablemente se asoma ―y que a veces hasta se burla de mí―. «Lo lamento, viejo amigo», parece decirme, «pero detrás quedaron las fiestas de cada fin de semana, las apuestas de quién puede emborracharse más y el reto de ir con resaca un lunes a la escuela sin que nadie se dé cuenta». Tiene razón. Ahora ―si bien me va―, visito el bar para pedir el baño o el teléfono, y el reto de cada lunes es llegar quince minutos tarde sin que mi jefe se entere. Soy una vergüenza.

Cierro la puerta de coche y, mientras acomodo el retrovisor para no verme la calva ―sin albur, gente―, me pregunto en dónde quedó la emoción que te daba tomar el volante, a dónde se fue la sensación de invencibilidad que me causaba tener relaciones con Xenaida ―o cualquier otra muchacha que estuviese suficientemente borracha, o que hubiera perdido una apuesta―, y a dónde carajos se fugó ese Yo-interno que tan bien me hacía, que me impulsaba a vivir al máximo”.

«Caray… y eso que no has cumplido siquiera la mitad de tu esperanza ―¿condena?― de vida… », comentas al dar vuelta a la página y decides que mejor leerás otra novela.

Bien, déjame sugerirte una.

RESEÑA

El ruido de las cosas al caer” es una novela escrita en primera persona ―el narrador es el protagonista, pa’que me entiendan―, del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez; ganadora del “Premio Alfaguara 2011” ―lo cual nos asegura una buena lectura.

“Nadie sabe por qué es necesario recordar nada, qué beneficios nos trae o qué posibles castigos, ni de qué manera puede cambiar lo vivido cuando lo recordamos”

La historia comienza cuando dicen en las noticias que un hipopótamo escapó de un zoológico muy especial, un zoológico que era lo último que quedaba de la casa abandonada de un antiguo jefe narcotraficante de Colombia; esta escena funciona como gatillo en la memoria de Antonio Yammara, el protagonista ―sí, bueno, no es una imagen que se vea a diario… alguna reacción debía provocar―, quien, a partir de este momento, nos invita a acompañarlo en su lucha contra su pasado, mientras relata un fragmento de su propia vida y decadencia ―¿Acaso no suena tentador?

“Esta historia, como se advierte en los cuentos infantiles, ya ha sucedido antes y volverá a suceder”

Desde su primer encuentro con Ricardo Laverde ―el apellido ya nos da una idea…―, el narrador se da cuenta de que su nuevo amigo tiene un secreto, o más ―¿quién tiene sólo un secreto?―. Y, como era de esperarse ―en una persona sin vida propia―, se interesa por la misteriosa existencia de Laverde. Esta curiosidad se incrementa cada vez que se encuentran en el billar, y se transforma en una obsesión el día en que asesinan a Laverde ―y de paso lo balean a él.

“Las cicatrices son elocuentes”

Convencido de que resolver el misterio que se esconde en la muerte de Laverde le hará ver qué debe hacer con su propia vida ―es lógico, ¿no? La mejor manera de entenderse a uno mismo, es meterte en los asuntos de los demás. Jajajajajá―, Yammara comienza una investigación que lo lleva hasta los años setenta, cuando una generación de “idealistas”  iniciaron un negocio que acabaría por llevar a Colombia, México… a toda América Latina ―sino es que al mundo―a las fauces del lobo ―les dije que el nombre ya daba una idea.

“Su cara era como una fiesta de la cual ya se han ido todos”

A pesar de que no soy fanático de las novelas que tratan asuntos como el narcotráfico, la violencia de género, episodios absurdos de sexualidad, y esos temas que inundan los noticieros―y cada vez es más difícil encontrar textos libres de esa influencia―, El ruido de las cosas al caer me dejó un buen sabor de boca ― además de los ojos rojos y la sensación de que puedo volar…―; pues, si bien toca esos asuntos, lo hace de una manera elegante y se limita a lo necesario. No subestima al lector y lo deja que saque sus propias conclusiones sin que la historia pierda fuerza.

“No hay manía más funesta, ni capricho más peligroso, que la especulación o la conjetura sobre los caminos que no tomamos”

Al terminar de leerlo me enteré de que esta es la quinta novela de este autor, así que aún tengo mucho que leer ―y aprender― de él. Lo recomiendo ampliamente.

Siempre el mismo día (One day)

6 Dic

ANÉCDOTA

Te observas en el espejo y suspiras. ¿Qué tienes para ofrecerle?, ¿qué puedes darle tú que nadie más en el mundo?, te preguntas y los dos, el reflejo y tú, guardan silencio. Es tu amiga desde la infancia, casi aprendieron a caminar juntos y desde entonces han sido inseparables… bueno… casi inseparables, ya que ella se desaparece ―y tú tienes la cortesía de no buscarla― cada vez que tiene novio. Conoces su vida con detalle, y sientes que eres el único que podría hacerla tan feliz como ella merece; pero la oportunidad de ocupar ese sitio se te niega desde siempre.

Ahí va ella, con el bueno de Indalecio ―su novio en turno―, te saluda desde lejos y te manda un beso; el tipo sólo te mira con desprecio ―es casi mandamiento que el novio odie al mejor amigo de su novia―. Los rumores dicen que están a punto de cortar… de nuevo… y estás decidido a aprovechar ese momento para confesar todo lo que has callado desde que la pubertad te hizo quererla en lugar de jalarle el cabello.

Antes de que te arrojes cual kamikaze a aquel campo minado ―temed a la «friend-zone» más que a la indiferencia―, te recomiendo que la invites al cine a ver está película; pues estoy seguro que te ayudará.

RESEÑA

Muy bien, no sé cómo empezar a comentar una película que, en teoría, aún no está en las salas de cine. Sin embargo, no es mi culpa que «Siempre el mismo día», (One day), basada en la novela homónima de David Nicholls, ronde ya por los mares de la red; ni que alguien a quien aprecio mucho me la haya recomendado ―según ella, porque la protagonista es una escritora ¬¬.

«Está bien debatir; pero cualquiera puede hablar. A veces se necesitan acciones para cambiar el mundo»

«Siempre el mismo día«, nos cuenta la historia de dos personas casi opuestas. Por un lado, tenemos a Emma Morley (Anne Hathaway), una muchacha introvertida, idealista y de origen humilde; y por el otro, a Dexter Meyhem (Jim Sturgess), un hijo de familia acomodada, fiestero y muy, muy relajado. Una situación simple los reúne, y terminan en el departamento de ella. Aunque de entrada parece que se trata de la típica telenovela mexicana, la trama da un giro sutil, pero contundente, y ellos comienzan… una relación de amistad; misma que veremos cómo se desarrolla, entrelaza, divide, reinicia, sacude, crece y se tambalea―como casi cualquier amistad―, a lo largo de 20 años. Mas, la historia se enfoca en lo que sucede con ellos justo durante los aniversarios de ese 15 de julio, el día que se conocieron.

A la siguiente escena, ha pasado un año y vemos que siguen siendo amigos ―de esos amigos que hablan y lo saben todo uno del otro―. La vida, sus sueños los llevan a diferentes senderos y muy pronto se dan cuenta de que nada es tan fácil como aparenta: ella termina trabajando en un restaurante de comida mexicana y él es un productor de televisión en entrenamiento. La aparente simpleza del argumento hace que la película te mantenga entretenido, así como el ver reflejadas ciertas actitudes y destellos en el modo en que se tratan el uno al otro; algo que todos tenemos para con alguien ―y que con frecuencia jugamos a negar.

«Me encantaría ir; pero, después del trabajo me gusta ir directo a casa, comer… llorar»

A lo largo de la película vemos, en los 15 de julio, cómo va evolucionando su relación, cómo se siguen buscando en sus momentos de alegría y de tristeza; pero, sobre todo, vemos cómo no pueden evitar decirse con la mirada cosas que no se atreven a expresar con palabras; además de que sus amigos y familiares se burlan y presionan con «para cuándo» o  «¿por fin son pareja? ―¿está situación no te resulta conocida?. Incluso llega a un punto en que, con alcohol fungiendo de celestino, se confiesan que años atrás, durante la universidad, se gustaban mutuamente; sin embargo, la situación se viene abajo debido a la misma inseguridad de los dos, al hecho de que, a pesar de tener edades similares, sus vidas han sido muy diferentes y no buscan lo mismo en ese momento.

«―Todos están perdidos a los veinticinco años.

―Tú no; productor de TV en entrenamiento, nuevo departamento, reproductor de CD, sexo grupal martes y viernes…

―Sí, pero, tú sabes… estoy llorando por dentro»

Crecemos junto a los personajes en el sentido de que se nos explican los pensamientos ―y otros miedos― de cada uno. Los vemos atravesar etapas difíciles que los hacen madurar, cambiar, que provocan que sus sentimientos vacilen y sólo traten de encontrar a quién echarle la culpa y con quien «consolarse». Algo que, en palabras de una amiga ―sí, te voy a quemar― sólo puede explicarse como «el típico momento de estupidez que siempre viene luego de no ser correspondidos, en dónde te aferras a lo primero que se pone enfrente«. Yo le dije que eso era más bien despecho, ella insistió que se trata de estupidez post-amor… El punto es que ―volviendo a la película― da la sensación de que la idea de quedarse solos o de no estar seguro de lo que quieren los lleva a tomar decisiones que ponen su relación en peligro.

«Si pudiera darte un regalo, uno sólo y para el resto de tu vida, sería confianza en ti misma… Eso, o una vela aromática»

No voy a decir nada sobre el final, o sobre el mensaje que deja; porque entonces, además de haberla visto antes de lo debido y en donde no debí, haría «spoiler» y eso es demasiada carga para mi consciencia ―sí, ¡ahora tengo consciencia!.

En resumen: no diré que la película se convertirá en un éxito taquillero ni que es de lo mejor en el 2011 ―aunque sí está por encima de la media―. Pero, la historia vale la pena ―apenas estoy leyendo el libro― y cumple con su objetivo de mantenerte despierto y atento. De igual manera, y como en casi cualquier comedia romántica, está abarrotada de drama y de situaciones predecibles, que, sin embargo, al final no le restan calidad. La recomiendo, vayan a verla… al cine ―¡Di no a la piratería! Y así cumplí mi servicio mensual a la comunidad y ya no me siento culpable.

__________________________________________________

Me interesa mucho conocer tu opinión: comenta, califica y comparte este blog.

Caminatas nocturnas (Midnight in Paris)

13 Oct

ANÉCDOTA

Llevas horas dando vueltas en la cama; sabes que tu insomnio es cada vez más severo y que ni una ducha caliente ni la leche tibia podrán remediarlo. Ves tu celular y piensas en llamar a tu exnovia, pensando que debido a su reciente ruptura ella debe estar devastada y tampoco puede dormir ―los insomnes y los borrachos tienen mucho en común―. Tono, tono, tono, una grabación te dice que puedes dejar un mensaje.  «Seguramente no lo escuchó», te dices e intentas de nuevo.

Escuchas que ella grita para hacerse escuchar por encima de la música a todo volumen; te pide una y otra vez que la dejes en paz. Antes de que puedas decirle algo, del otro lado de lado de la línea un hombre te advierte que te alejes o te irá muy mal.

Ahora menos podrás dormir. Sabes que pasarás la noche tratando de imaginar qué hace y con quién ―todo con cruel detalle―. Sin saber por qué te levantas de la cama. Necesitas despejarte, dar una larga caminata nocturna…

RESEÑA

Del prolífico Woody Allen ―que parece que filma una película cada uno dos años―, Media noche en París (Midnight in Paris), se presentó en la apertura del Festival de Cannes del 2011; nos cuenta la historia de Gil Pender (Owen Wilson), un guionista de Hollywood que viaja a París de vacaciones con su prometida, Inez (Rachel McAdams), y los padres de ella. Si algo agradezco a una película ―al guionista, más bien― es que la introducción sea clara, sin ser por ello menos sustanciosa.

“―Te imaginas lo alucinante que es esta ciudad bajo la lluvia, en los años veinte; París en los veintes, bajo la lluvia, con esos pintores y escritores. […] Si tan sólo me hubiera quedado aquí para escribir novelas, y no me hubiera condenado a escribir guiones. […] Imagínate a los dos viviendo aquí. Podríamos hacerlo si mi libro funciona.

―Estás enamorado de una fantasía.”

Con esto ya podemos ver puntos importantes de la trama: Gil se arrepiente de lo que hizo con su vida y añora el pasado ―sé de algunos que sienten lo mismo―; y su prometida no cree en él como novelista ―conozco… la sensación―. A esto hay que sumarle la ansiedad y el nerviosismo de no agradarle a los padres ni a los amigos de ella, así como la inseguridad que siente del libro que está escribiendo ―no ha dejado que nadie lo lea―; todo esto da como resultado que el anti-héroe tenga una identidad justificada y bien definida.

Luego de una incómoda velada en compañía del mejor amigo de su prometida ―ah, conozco la… Ya. Sin comentarios―, Gil, un tanto ebrio, decide dar una caminata nocturna por la ciudad que ha sido cuna de grandes artistas, y se pierde ―si tomas, no manejes. Listo, cumplí con la parte social―. Al no encontrar nadie que hable inglés y le pueda ayudar, termina por sentarse en unas escaleras. Se escuchan las campanas que anuncian la medianoche, y un coche antiguo aparece en la vereda. Gil levanta la vista al notar que lo llaman y, tras unos momentos de duda, accede a irse con ellos ―sabes que puedes confiar en los franceses.

Confundido, llega a una fiesta en la que están tocando la música de Cole Porter, interpretada por Cole Porter ―reconozco que no tenía ni idea de quién fue este sujeto―. Y ahí se encuentra a los escritores Zelda y Scott Fitzgerald ―de ellos si sabía, ¡y mucho!. Hay un intercambio de comentarios ―que es muy distinto a una conversación―, y terminan por decidir que continuarán la fiesta en otro lugar. Esta escena me gusta mucho porque es una reafirmación del personaje cuando evita hablar de su novela.

Esa misma noche, Gil tiene la oportunidad de conocer a Ernest Hemingway, otro gran, gran escritor ―léanlo, ¡ahora!―. Gil termina por confesarle la inseguridad que siente por su novela; pero este último le ayuda a vencer sus miedos con la siguiente frase;

“Ningún tema es horrible si la historia es veraz, la prosa es limpia y honesta, y si demuestra valor y elegancia bajo presión.”

 Un poco más animado, Gil le pide que lea su obra y le dé su opinión. A lo que Hemigway responde:

“Si es mala, la odiaré porque odio la mala escritura; si es buena, sentiré envidia y la odiaré aún más. No pidas la opinión de otro escritor.”

Hemingway le dice que no la leerá; pero que le dará su novela a Gertrude Stein, la mecenas de las artes ―¿y eso tenía que sentirse como un premio de consolación?

Más adelante, Gil tiene la oportunidad de conocer a Pablo Picasso, quien está discutiendo con Stein acerca de su más reciente obra, inspirada en su amante, Adriana. Sin poder ocultarlo, Gil queda cautivado ante ella, al igual que lo están Hemingway, Belmonte y Picasso ―y yo…―. Stein acepta leer su novela y hacerle observaciones. Es de esta manera que Gil Pender se adentra en un mundo fantástico, al que sólo se puede llegar después de la medianoche; pero en donde convive con personajes como Salvador Dalí, Man Ray, Luis Buñuel, T. S. Elliot, Faulkner, Lautrec, Gauguin, Dugass, entre muchos otros ―gran cosa. Yo me encontré con Cepillín hace días y no ando de presumido.

“Pienso que el amor que es sincero y verdadero crea una tregua con la muerte. Toda cobardía viene de no amar o no amar bien, que es lo mismo. Y es cuando el hombre que es verdadero y valiente mira cara a cara a la muerte […], y ama con suficiente pasión como para apartarla de su pensamiento. Hasta que la regresa, como hace con todos los hombres; y es entonces hora de volver a hacer el amor. Piénsalo.”

En Medianoche en París, Woody Allen ―que escribe guiones como Stephen King escribe novelas: en la misma cantidad y con idéntica variación de calidad―, nos muestra el contraste del París moderno y del de los años 20 con una fluidez como no había visto en mucho tiempo. Cada elemento tiene razón de existir y encaja en el desarrollo de la trama ―si acaso me quejo del detective, pues creo que podría ser omitido.

“Yo pinto rinocerontes. Y lo pinto a usted. Sí; sus ojos tristes, y sus grandes labios derritiéndose sobre la arena caliente; con una lágrima. Sí. Y en esa lágrima, otro rostro. ¡El rostro de Cristo! Sí. Y un rinoceronte.”

Esta cinta entró de golpe a mi lista de películas favoritas; y, aunque he leído que no se considera dentro de los mejores trabajos del director, considero que es de lo mejor que ha estado en cartelera este año. Si bien es cierto que es una cinta que apunta a los artistas e intelectuales, se puede ignorar la identidad de los personajes y disfrutar de la comedia romántica que se esconde detrás del mensaje. O tal vez sea la parte cultural la que se disfraza. Supongo que esto depende de quien la vea.

Muy recomendable en todos los sentidos. Ahora, si me disculpan, iré a emborracharme para luego, cerca de la medianoche, salir a caminar, pues tengo que discutir algunas cosas con Cortázar, Benedetti, Neruda y Paz.

__________________________________________________

No te olvides de comentar, y darle manita arriba. Tu opinión ―la positiva al menos― importa.