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Gears of war. «Sangre, intestinos: otro aburrido día de trabajo.»

24 Ago

LA ANÉCDOTA

Imagina que un viernes estás sentado en compañía de tu pareja, cenando los tacos de rigor en el lugar de siempre. Cuando das la primer mordida ―al taco, aclaro―, un poco de salsa sale de la tortilla y va a dar a tu pantalón nuevo. No sabes cómo reaccionar: sabes que la manchara estará ahí por varios ciclos de lavado como un recordatorio de tu estú… descuido. Tu novia ríe y te ofrece una servilleta. Crees que se burla, por lo que te ofendes y le dices que no es gracioso. Ella asiente, se disculpa y trata de contenerse por el respeto que te tiene ; pero, al ver tu intento por remover aquel viscoso líquido ―mismo que ahora es más grande y tomó la forma de una mofeta, y pronto olerá como una―, no puede evitarlo: vuelve a reír.

¡Felicidades! Ahora vas camino a casa cuando todavía no son ni las diez de la noche; ella está enojada: cree que eres un exagerado y no quiere que la llames. Tu relación pende de un hilo; y no olvides el asunto del pantalón.

¿Qué hacer en estos casos? Es obvio: te encierras en tu habitación y enciendes tu XBOX 360. ¡Viva la madurez!

Mata a esos malditos engendros que asesinaron a nuestras mujeres y niños, que destruyeron nuestras ciudades y que quemaron nuestros campos de opio. Alguien debe sufrir por tu mal humor, ¿no es así?

RESEÑA 

Desde su lanzamiento al mercado en 2006, Gears of war (GoW) no ha parado de acumular elogios y de enviciar la mente de millones de videojugadores. Y es que, detrás de la absurda cantidad sangre y vísceras que vuelan al ritmo de tu motosierra, el juego tiene una historia bien elaborada y ambientación post-apocalíptica.

Para empezar no eres el típico súper-soldado ―¡Supera eso, Halo!―, no eres un extraterrestre con cola y peinado imposible, ni eres miembro de un comando elite de mercenarios, ni siquiera eres un plomero bigotón con ínfulas de grandeza. ¡Eres un prisionero en un penal de máxima seguridad! Aunque no por mucho: todos los guardias están muertos y un antiguo amigo viene a rescatarte para que te reincorpores a una guerra que ha acabado con casi toda la población. ¡Eso es amistad!

Hay dos formas de jugar este shooter en tercera persona. La primera es tomarse las cosas con calma, recorriendo los escenarios para encontrar diversos artículos (como páginas de diarios o boletines científicos), que nos ayudan a comprender mejor lo que estamos “viviendo” y qué motivos tenemos para luchar ―como si no querer ser aniquilados no fuera motivación suficiente―; la otra manera se resume en tres acciones que repetirás una y otra vez hasta el final: correr, disparar y esconderte. ¿Verdad que suena adorable?

Para encontrar a los enemigos, Epic Games no tuvo que recurrir a otros planetas o a diferencias diplomáticas entre los países. De hecho, el mundo nunca antes había estado más unido. La raza Locust surge del fondo de la Tierra misma: una raza de mutantes ―que te llaman “pateasuelos”. ¡Eso duele!―; los hay desde la talla chica hasta la 20XL. Son criaturas grotescas que parecen haber sido tomadas de lo más profundo de la imaginación de Guillermo del Toro.

Tendrás a tu disposición ―o podrás quitárselas por la fuerza a algún Locust―, una amplia variedad de armas cortas y pesadas; además de las granadas, desde luego. Adelante, saca a relucir tus habilidades de francotirador y vuélale la cabeza a alguien, destrúyelo todo con un lanzacohetes; o bien siéntete un vaquero futurista y acribilla a esos desgraciados con un revólver o una escopeta. Lo importante es que nunca olvides que, en GoW, entre más pedazos de tu enemigo haya en el suelo, mejor es la sensación.

Ahora bien, si no te resulta suficiente la idea de recorrer paisajes desolados, pisando sobre cadáveres, manteniéndote a cubierto debajo de bloques de concreto, ladrillos, sacos de arena o de autos convertidos en chatarra; si no te basta con enfrentar a una inteligencia artificial que aprende de tus estrategias, obligándote a mantenerte atento y a la defensiva. Si esto no es suficiente para satisfacer tu sed de destrucción y masacre… Caray, estás enfermo.

«Ellos no lo entienden. No saben por qué libramos está guerra. Porque no podemos parar, no pararemos. Porque lucharemos; lucharemos y lucharemos hasta que ganemos o muramos…Y aún no hemos muerto.»

Reina Locust

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